lunes, 28 de diciembre de 2009

Se derrumba


El cortijo de la esquina, el más bajo, ha sido domicilio de mis padres durante muchos años. Tenía a la entrada una estancia con la chimenea para cocinar y calentar la casa en invierno, dos dormitorios, la cuadra de los mulos, y en el primer piso, el pajar, y una habitación con arreos del trabajo en el campo o donde colgar embutidos de la matanza. Yo viví en él algunos años. Empecé en la escuela viviendo en ella. Estaba en los cortijos de Cazalla, a una media hora andando. Yo solía hacerlo en una burra blanca y vieja, algo coja, que tenía mi padre.
Ahora se hunde. Agrietada, con los tejados llenos de roturas, esperando qué se hará con ella por sus actuales dueños. Si se va a convertir en la casa hortera y de mal gusto habitual, prefiero que se hunda y recordarla como ese espacio de mi niñez. Porque las condiciones serían duras, pero yo las recuerdo de mucha felicidad.

Los efectos de las máquinas de la primavera


Conté en primavera que una comunidad de regantes de Carchelejo enterró tuberías por estos campos y caminos. Removieron suelos firmes, duros del paso del tiempo o de roca. Los taparon y allanaron. Y ahora..., con las lluvias, estas barranqueras, justamente por donde iban las zanjas. Para los turismos es intransitable. Se les advirtió. Ni caso. Ellos, más chulos que nadie.

martes, 8 de diciembre de 2009

La cumbre de Copenague y otros meneos.


Estos días se debate en Copenague un posible acuerdo para frenar el cambio climático. Bueno, en sí mismo es bueno. Los conservadores y progresistas ya dan por sentado que esto del clima es importante. Abre los telediarios todos los días, por tanto, llegará a la mayoría de la ciudadanía de que algo hay que hacer.

Durante años, los ecologistas, por decir lo que ahora se proclama por los representantes de medio mundo en alfombras y salones de mucho empaque, eran considerados unos talibanes medio "jippis", extravagantes, alternativos, y fuera del sistema. Obama, Sarkosy, Zapatero y el presidente ruso dicen lo mismo, utilizan las mismas palabras en relación a la sostenibilidad. Incluso en España tenemos un anteproyecto de Ley de la Economía Sostenible. Me alegro mucho. Pero los ecologistas siguen siendo apestados por los poderes públicos. Moscas cojoneras que hay que quitarse a manotazos. Lo normal es que les hubiesen dado el nobel. ¿Qué pasa?

Les han arrebatado los términos del discurso, manoseado hasta destruirlo, dejarlo sin significado, porque realmente no pueden llevar a la práctica lo que de verdad significa. Somos incapaces de decir y decirnos que solo es posible el cambio si cambiamos nuestra vida, si renunciamos a un modelo económico basado en el crecimiento, en el uso ilimitado de materias primas... Que no podemos continuar aumentando la población mundial. Que eso supone más recursos, más agua, más alimentos, más construcción, menos espacio para el resto de las especies del planeta, más contaminación, más enfrentamiento con las religiones...

Los cambios son muy lentos. En esta etapa histórica son los ecologistas la vanguardia. Se precisará mucho tiempo en avanzar.

Es una satisfacción ver a los concejales del PP de Jaén abrazados a unos árboles que iban a ser talados por la construcción de un tranvía. No sé si lo harán por réditos políticos. Lo importante es que crean que la causa ecológica los da. Significa que cala en la sociedad. Avanzamos.

Retrocedemos cuando en Canarias, su Gobierno regional descataloga un montón de especies animales y plantas dejándolas sin protección, al parecer por intereses espúreos económicos. O cuando Cinta Castillo, Consejera de Medio Ambiente de Andalucía flirtea con la opción de no demoler el hotel El Algarrobico en el Cabo de Gata. Este es el problema entre el discurso y la práctica.